Cuando doy talleres en institutos sobre construcción de la imagen corporal les pregunto qué atributos físicos creen que deben tener los hombres y las mujeres. Hay discrepancias pero siempre coinciden en algo: las chicas pueden estar fuertes “pero no mucho”. Ese “pero no mucho” es importante. A las mujeres siempre se nos dice ese “pero no mucho”: con curvas, pero no demasiadas; fuertes, pero sin pasarse; delgadas, pero no en extremo; altas, pero lo justo. Como si el cuerpo pudiera recortarse con tijeras y pegarse con supreglú para modificarlo al antojo de quienes deciden qué es válido y bonito y qué no. Entonces me pregunto: ¿Cuál será la dominada que sobrepase el límite y me convierta en “demasiado fuerte”? ¿Y qué pasará entonces? Hace unas semanas O. me contó que mientras entrenaba en su roco escuchó a unas chicas diciendo que querían ponerse fuertes, “pero no mucho”. Y a ella le dieron ganas de decirles: “Pero… ¿queréis escalar o no?” Y yo quiero escalar.
